Si el otro día hablaba de Cirlot, otro poeta que ha navegado por la marginalidad durante toda su vida ha sido Tomás Segovia. Niño de la guerra exiliado a México, ese ser apátrida quizá haya influido en su ausencia a la hora de figurar en antologías y generaciones (practicamente la única manera de pervivir en nuestra lengua). Por eso, la concesión del premio Juan Rulfo, después del Cervantes probablemente el mayor reconocimiento a una carrera literaria, fue una grata sorpresa además de un acto de justicia. Segovia había declarado con anterioridad que Rulfo le parecía absolutamente deslumbrante y que a tenor de su biografía, porque no fue un gran estudioso, había que afirmar que tuvo un don literario. Como definió Vila Matas en su extraordinario libro, Rulfo fue un Bartleby, uno de esos autores que tras crear una obra maestra, calla para siempre.
Parece que a los herederos de Rulfo, que deben ser auténticos sabios, esas palabras le han molestado sobremanera y opinan que su premio se ha degradado con los años y ésta fue la gota que colmó el vaso. Obviamente un galardón que ha premiado a gente como Marsé, Monterroso, Goytisolo o sin ir más lejos el merecido Premio Cervantes de este año, Sergio Pitol, avergüenza a cualquiera. Como consecuencia exigen que se retire el nombre de su difunto padre o marido del galardón bajo pena de incurrir en delito; probablemente preferirían que se galardonara a Paulo Coelho o Zoe Vales. Yo pregunto: Es desmerecer decir que pese a no ser un magno estudioso tenía un don literario, un talento que ya quisieran todos para sí. ¿Alguién criticó alguna vez por ello a Rimbaud cuando con sólo 19 años (cuán sabio puede uno ser a esa edad) y tras cambiar la historia de la poesía calló para siempre?
Uno de las mayores desgracias que le puede caer a un escritor es la de sus herederos, cuánto no han especulado y humillado algunos cuyo apellido desmerecen constantemente. Ejemplos los hay a raudales, sin ir más lejos los descendientes de García Lorca no reconocieron nunca su homosexualidad y guardaron celosamente, hasta que fue publicada a mediados de los 80, casi de forma clandestina, esa maravilla que son Los sonetos del amor oscuro, la obra en que trabajaba cuando fue asesinado. La lista sería interminable y las obras que duermen en um cajón esperando centenarios o alguna cifra redonda para celebrar y aumentar sus propias arcas también.
02 diciembre 2005
Libranos Señor de los descendientes de Juan Rulfo
Publicado por Zelig a las 21:47
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
No me resisto a subir las declaraciones que hizo Tomas Segovia. Juzguen ustedes:
«(...) Para entonces tenía una idea vaga de quién era Rulfo, pero al leerlo me quedé deslumbrado. Siempre he pensado que él es un tipo de escritor muy peculiar, creo que es el tipo de escritor que tiene el puro don, es decir: es un escritor misterioso, nadie sabe por qué Rulfo tenía ese talento, porque en otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía, pero Rulfo es un puro milagro. No tuvo una vida muy deslumbrante, no fue un gran estudioso ni un gran conocedor, él simplemente nació con el don».
empiezo a perder fuelle. mentiría si dijera que me he leído el texto en diagonal. en espiral más bien! qué mareo.
Publicar un comentario