24 mayo 2007

Viendo Una historia de Brooklin (2005) de Noah Baumbach y The hidden blade (2004) de Yoji Yamada

Una historia de Brooklin. Una agradable sorpresa este filme ambientado a mediados de los años ochenta. Cuenta de forma ácida y cruel la desestructuración de una familia neoyorquina. El guión y los actores están espléndidos, desde Jeff Daniels, que hace de padre, escritor fracasado y profesor universitario que quiere acostarse con sus alumnas (que no es otra que Anna Paquin, la niña de El piano que ya está crecidita), hasta el hijo pequeño, ni siquiera es aún adolescente, borracho, pajillero y con tendencias suicidas.

Por estar bien, está (y me cuesta creerlo) William Baldwin (como profesor de tenis que se acuesta con la madre, of course) el peor (aunque quien se arriesga a decir cuál es el peor de ellos) de esa plaga bíblica que son los hermanos Baldwin. Aún así, una película muy recomendable, a medio camino entre Happines y American Beauty.

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The hidden blade. Este filme en cambio fue decepcionante, a pesar de que el tema podía dar mucho más de sí. El argumento planteaba un filme de samuráis ambientado a finales del s. XIX, cuando ellos ya han perdido su papel en la sociedad y las armas de fuego han desplazado sus técnicas ancestrales.

Suena interesante, ¿verdad? Uno esperaba una película crepuscular al estilo de El hombre que mató a Liberty Valance o Centauros del desierto en el western (dos clásicos que ningún ser humano, o incluso sin serlo, debería morir sin ver); sin embargo, el trabajo del veterano director japonés está muy lejos de aspirar a eso y se queda en una soporífera historia de amor.


Vuestro cinéfilo de guardia,

Z.

13 mayo 2007

Un año después seguimos bajando el nivel: ¡Viva el Festival de Eurovisión!

Pues sí fieles seguidores, tal como amenacé el año anterior he vuelto a ver el Festival de Eurovisión. Este año volví a llegar tarde y me enganché en la décima canción más o menos. Así que la crónica vuelve a ser incompleta, pero ¿quién demonios la quiere completa?

Antes que nada diré que mis dotes de pitoniso volvieron a hacerse patentes (así puede atestiguarlo la Subcomandante Mofletes) y volví a acertar el ganador. Tuve la intuición de que la ñoña de la serbia iba a ganar, huelga decir que yo iba con la locaza envuelta en papel de plata y brillantina ¿era de Ucrania? o los franceses con batería con alitas y cantante vestido de rosa corriendo por el escenario.

La conclusión que obtuve es que sigue imponiéndose lo bizarro (la locaza acabó segunda) y que este año aumentó la proporción de frikis, no obstante, sigue habiendo una reticencia todavía a consagrar este festival al petardeo europeo y aún hay un sector que apuesta por lo clásico (verbigracia los ganadores). España como siempre sigue sin enterarse de nada, después de que lo de Eurovisión fuera una cuestión de Estado, las cuatro o cinco cabezas pensantes (lo de pensante es una licencia de quien escribe) que deciden cada año qué enviamos apostaron por una copia relamida de los Back Street Boys, algo más acabado que las maracas de Machín. En el país del frikismo que tengamos que ser representados por este panda de engominados teniendo artistas de raza como Tomeu Penya o Cañita Brava clama al cielo.

En fin, ya espero ansioso la próxima entrega de este gran despropósito (un consejo, hagan como yo, disfuten el festival con unas botellas de Lambrusco -cayeron cuatro repartidas entre tres seres humanos- de otra forma se hace muy cuesta arriba). Salud.

09 mayo 2007

Viendo Moby Dick (1956) de John Huston y Crónica de un amor (1950) de Michelangelo Antonioni

Hablemos sucintamente de dos clásicos vistos recientemente (rodolí).

Moby Dick: La obra maestra de Melville fue adaptada por Huston con un resultado aceptable. No diré que es un clásico imprescindible, pero sí una gran obra. La elección de Gregory Peck, que siempre fue cuestionado como Capitan Ahab, no me parece desacertada, o en todo caso, defiende aceptablemente el papel. Es destacable el tratamiento del color y la ambientación, sobre todo, al principio del filme con esas irreales y a la vez embrujadoras escenas de taberna irlandesa (a la manera de Ford en El hombre tranquilo). Espectacular es, también, la escena de Ahab muerto arrastrado por la ballena.

Por cierto, guardo como un pequeño tesoro (en mi archivo de lecturas pendientes) el libro Sombras verdes, ballena blanca (uno de esas joyitas, que precisamente porque lo es está descatalogada) que son las memorias del rodaje de aquel filme hechas por el guionista del mismo, entonces un desconocido Ray Bradbury.

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Crónica de un amor: Fue la ópera prima del maestro italiano en una época en que todavía navegaba por el neorrealismo y no frecuentaba las turbulentas aguas experimentales.

Enmarcada dentro del género negro (aunque todavía con el legado neorrealista muy presente), la película es un triangulo amoroso con asesinato incluido, of course, y un frío retrato de la alta burguesía italiana de la época. Excelente como femme fatale Lucia Bosé.

01 mayo 2007

Viendo 300 (2006) de Zack Snyder y Shortbus (2006) de John Cameron Mitchell

300: Correctillo el filme basado en la batalla de las Termópilas. De hecho, no sigue lo relatado por Heródoto, sino el espléndido cómic de Frank Miller, esto es, fidelidad histórica (si es que puede haberla ya sea siguiendo a Heródoto, Diodoro de Sicilia o Miller) parece que más bien ninguna; pero eso, al fin y al cabo, no es lo importante.

La adaptación del cómic a la pantalla (visualmente, me refiero, no está mal), los actores son armarios sin pretensión de ser nada más, pero el filme pasa agradablemente. A mi juicio, abusa en demasía de las escenas de batallas, y alguien me dirá: ¡coño, pero si narra precisamente eso! Ya, pero hay maneras y maneras de hacerlo, el maestro Bresson en su Lancelot du Lac filmaba las batallas desde el fuera de campo, no las veíamos pero las presentíamos, porque no siempre lo explicito es lo mejor, amigos.

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Shortbus: En cambio en esta película, lo explícito está más que justificado. Diferentes personajes confluyen en el local neoyorquino que da título al filme, para hablar, hacer y resolver sus problemas sexuales. Actores semiprofesionales configuran un reparto que no escatima en escenas explícitas.

Es un filme valiente, con una buena dirección fílmica y actoral que sorprende por la naturalidad interpretativa (parece que un "intenso" casting y meses de preparación dio lugar a ello). Para el recuerdo, la descacharrante (no se me ocurre un adjetivo mejor) escena en que cantan el himno americano, no desvelaré cómo, tendrán que verla para averiguarlo.