16 septiembre 2008

Vacaciones 2008: Descubra Grecia desde su butaca. (Tomo 6: La idiosincrasia griega III. Taxistas, la raza elegida)

Un caso aparte, son los taxidermistas (taxistas griegos) que cumplen a rajatabla todo lo expuesto el día anterior, ellos sí son los reyes, los putos amos, pueden conducir por donde quieran y cometer tantas infracciones como quieran, porque ¡ay, amigos! son taxistas, la raza elegida. A diferencia de los de aquí, donde de lo veloces que son uno siempre está sufriendo por si se les cala el coche, allí el límite de velocidad es el mínimo para empezar a rodar. Huelga decir que llevar el cinturón es opcional y que los asientos traseros contengan alguno es un milagro.

Otra cosa opcional es el taxímetro, teóricamente lo llevan, pero como pueden llevar una estampita de Santa Clotilde, está para hacer bonito. Lo habitual es pactar un precio antes de subir y entonces, como ya es innecesario activarlo, ni tan siquiera se enciende (y en el supuesto, siempre en el supuesto, de que lleve). Pongamos por caso, por otro lado, que usted va camino de su destino y alguien levanta la mano pidiendo un taxi y, casualmente, su dirección coincide con la suya; pues nada, para adentro, se aprietan todos un poco y se cobran dos carreras por una. Hablar por el móvil, discutir a grito pelado con la policía o atar el maletero con una cuerda son otras de las actividades permitidas por ley.

Como anécdota les contaré que en nuestra última noche, de camino al aeropuerto para regresar a casa, tomamos el habitual taxi que, además de cumplir todo lo ya expuesto, aprovechó el tramo de autopista que hay de Atenas al aeropuerto para, literalmente, volar. Como somos gente afortunada tuvimos el honor de ser parados en el único control de velocidad que debe hacerse en toda Grecia. Nos detuvieron, no en el arcén, sino en el carril derecho de la autopista y hicieron bajar a nuestro conductor que tenía pinta de albanés y de no llevar todos los papeles en regla. Éste desapareció detrás de una furgoneta de la policía, que quedaba unos metros por detrás, y allí nos quedamos, en medio de la autopista, con los coches silbando a nuestro alrededor y con un vuelo que tomar.

A los cinco minutos sin que nos dijeran nada, el tío Zelig, más chulo que un ocho, sale del coche y le indican los agentes, que aparecían y desaparecían de detrás de la furgoneta, que iba demasiado rápido el taxi y que volviera al interior del vehículo. Diez minutos después, sin tener ninguna información, decido salir nuevamente del coche a ver qué cojones pasa y un guardia joven, gordo y flatulento (más propio de una slapstick que no de un trhiller) me responde a voz en grito “Inside now!!!!!”, a lo que, como buen gallito, me mantengo impertérrito y cuando le veo venir hacia mí, tomo la precaución de entrar rápidamente en el coche no sea que acabe en comisaría. Afortunadamente, al poco rato, nuestro taxista, con una multa debajo del brazo, regresa y con un “excuse me” nos lleva al aeropuerto, donde sufrimos el habitual retraso de los low cost, pero eso, amigos, ya es otra historia.

PD: Si nunca quieren comprar una Magnum 9mm parabellum, solo tiene que acercarse al mercado del Monastiraki donde gentilmente les atenderán.

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Bien amigos, con esto acaba este exitoso coleccionable. Espero que les haya gustado y no dejen de visitar, si tienen la oportunidad, la vieja Grecia. Disfrutarán de lo lindo y tendran la oportunidad de cotejar tantas otras anécdotas que me he dejado en el tintero. Bon voyage!

14 septiembre 2008

Vacaciones 2008: Descubra Grecia desde su butaca. (Tomo 5: La idiosincrasia griega II)

Una cosa que uno tiene que tener claro cuando llega a Grecia es que las calles son para conducir, no para los peatones. Amigo, si usted está al volante de un automóvil, no tiene nada de qué preocuparse, usted es huevito de oro, usted es inviolable, por encima suyo sólo está Zeus y eso si va sobre cuatro ruedas.

En Grecia se circula por los arcenes de las carreteras, de hecho están considerados un carril más (arcenes minúsculos, obviamente). Lo habitual es que las carreteras sean de doble sentido con un carril por lado más un mini arcén; por tanto, saltarse la continua, doble continua y hacer dobles o triples adelantamientos es lo habitual. No exagero, a la que conduzcan cinco minutos por cualquier carretera griega tendrán sobrados ejemplos de todo lo anterior: que las carreteras griegas no estén plagadas de cadáveres sólo puede ser obra de los dioses. Por cierto, todas están plagadas de pequeñas capillas de madera, como casas de muñecas, cuyo propósito no acabé de entender, pero que reflejan claramente la noción de vivir al límite.

Otra peculiaridad es que uno conduce para estar siempre en movimiento. Imagínese que usted llega a un cruce con un paso de peatones y, casualmente, cruzan una veintena de chicos de colonias (caso verídico), no le quepa la menor duda que al cuarto niño ya le están pitando (recuerde que usted cumple las reglas: paso cebra, preferencia niños, parar), pero ese no es el problema de los que vienen detrás. Usted, como primero de la fila, debe permitir seguir circulando a los demás y no me explique mandangas de niños y preferencias, ese no es mi problema, yo debo seguir rodando.

Para acabar sepan que mientras el pito se usa constantemente los intermitentes no existen, yo creo que ni siquiera los instalan de serie. Eso sí, si usted quiere señalizar para aparcar no se le ocurra poner los intermitentes porque le pitaran y le dirán el nombre del padre en todas las declinaciones posibles; usted ha de poner las luces de emergencia, para que los demás entiendan que algo muy gordo ha pasado para que quiera detenerse.

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Queridos hermanos, dado el éxito de las entregas anteriores he decidido alargar la colección un número más y les emplazo al próximo miércoles 17 donde disfrutarán de la última entrega: La idiosincrasia griega III: El taxista la raza elegida.

08 septiembre 2008

Vacaciones 2008: Descubra Grecia desde su butaca. (Tomo 4: La idiosincrasia griega I)

Queridos hermanos nos acercamos al fin de nuestra colección. Hoy, bajo el membrete de la idiosincrasia griega, vamos a analizar alguna de las peculiaridades helenas y dejaremos para el segundo volumen los taxidermistas (conductores de taxis griegos) y una jugosa anécdota:

1. Una de las cosas más chocantes es que el timbre de voz griego es muy similar al español y es bastante habitual dudar si los de tu lado hablan en castellano y no los has entendido bien o son griegos.

2. Discutir, los griegos discuten por todo, y al decir discutir digo chillar y partirse la camisa si hace falta.

3. Dicho lo anterior, no son nada violentos, de hecho en ningún momento tuvimos sensación alguna de peligro.

4. El griego no es especialmente simpático, no te sonríen por la calle y te saludan como los irlandeses, son totalmente indiferentes a tu presencia

5. Dicho lo anterior, eso no es aplicable cuando buscas restaurante o paseas por una zona llena de ídems como los puertos, entonces son todo lo zalameros que quieran y te hacen la pelota descaradamente. Afortunadamente no hablan español casi ninguno, digo afortunadamente porque llevados por esa zalamería pueden estar toda la noche repitiéndote las cuatro palabras que saben mientras tu sonríes de medio lado.

6. La cocina griega no es nada del otro mundo, platos típicos: la musaka, la ensalada griega y el yogur. El resto platos combinados como aquí pero con más cantidad y algo más de calidad. Huelga decir que yo comí como un rey. El plato típico griego es el souvlikai, que es nuestro pincho moruno.

7. El vino, generalmente de Creta, Santorini o Tesalonika es aceptable y no excesivamente caro. La otra bebida típica es el Ouzo un licor de anís fuertecillo (un digestive, vaya).

8. Sorprende lo barato que son las botellas de agua, difícilmente, ni en el restaurante más lujoso, costará la botella más de un euro.

9. Los precios son más baratos que aquí. Claro que ¿dónde no son más baratos que aquí?

10. Grecia vive por y para el turismo, no hay ninguna otra industria y prácticamente todas las profesiones están relacionadas con el sector servicios.

11. Aunque parezca mentira no hay ni un solo turista japonés. De catalanes, los japoneses del Viejo Continente, en Creta tampoco, en Santorini y Atenas sí nos dejamos ver más. Por cierto aquí no saben situar Catalonia, ni se inmutan si les dices que eres de ahí, complicidad cero.

Y 12, como los trabajos de Hércules, no hay límites para subir personas en una moto, ver tres personas y que conduzca el niño es habitual, aunque la plusmarca era de 4 (visto en Rethymno), ni que decir tiene que todos sin casco.

Y en la próxima entrega: La idiosincrasia griega II

04 septiembre 2008

Vacaciones 2008. Descubra Grecia desde su butaca. (Tomo 3: Atenas)

Atenas es una ciudad caótica, mucho más grande y extensa de lo que pensaba (algo de lo que uno se da cuenta desde el Acrópolis viendo como la ciudad se extiende, como una mancha de aceite, hasta donde la vista alcanza).

Realmente si uno va a Atenas me atrevería a decir que más allá del barrio de Plaka y la zona del Monastiraki el resto es prescindible, una gran ciudad europea más. Así que lo acertado es, like us, acomodarse en una de estas zonas ubicadas en la falda del Acrópolis. Ambos barrios, como todo barrio antiguo que se precie, está plagado de callejuelas, curiosamente fruto de la ocupación turca (el acérrimo enemigo griego). Esta zona, en tiempos caótica, se convirtió en peatonal durante los JJ. OO. del 2004 y hoy es uno de los paseos peatonales más grandes de Europa donde caminar es toda una delicia, sobre todo de noche, mientras se contempla el Acrópolis iluminado y el antiguo foro griego.

Pero vayamos a donde todos vamos, el Acrópolis. Efectivamente, está en ruinas, pero son unas ruinas tan hermosas y con un peso de la historia tan abrumador que es imposible resistirse a su encanto. Curiosamente, el estado actual del Partenón es bastante reciente, prácticamente había llegado inalterado desde la época clásica hasta el s. XVII, cuando los turcos lo usaron de arsenal durante un asedio veneciano a la ciudad, con la ingenua idea de que nunca se atreverían a atacarlo. Los venecianos, en cambio, no dudaron en bombardearlo y éste saltó por los aires; el expolio británico a principios del s. XIX hizo el resto. Hoy en día hay salas vacías en los museos griegos esperando su devolución. De momento, los británicos hacen oídos sordos.

Otros espacios ineludibles por el que camino el que les escribe son: el foro griego, donde Sócrates exponía sus ideas; el teatro de Dionisos donde Sófocles o Eurípides estrenaron sus obras; el imponente templo de Zeus o el completamente restaurado e irreconocible estadio Panatenáico.

Pero el tiempo, ¡ay amigos!, el tiempo y la ruina económica se nos echaba encima y tuvimos que regresar. Así que recogi los pliegues de mi toga, me ceñí la corona de laurel y con un poema elegíaco me despedí de las helénicas tierras que así perdía.

Y en la próxima entrega: La idiosincrasia griega I

02 septiembre 2008

Vacaciones 2008. Descubra Grecia desde su butaca. (Tomo 2: Santorini)

Santorini pasa por ser la isla más bella del Egeo. Los cruceros arriban al puerto de Thira, su capital, que queda al pie del acantilado. La gracia, según parece, es subir las incontables escaleras que hay hasta la cima o bien andando o bien en burro (el hedor por las heces de los bichos que suben cargando con los turistas y sus maletas es inenarrable), pero como nosotros llegamos by ferry (es lo bueno de viajar sin la tiranía de los tour-operators que vas y vienes como quieres y te ahorras el sufrimiento de los animales), atracamos en otro puerto donde habían taxis aguardándonos.

La isla es relativamente pequeña, desde Kamari, que usamos como base, visitamos Thira e Ia, ciudad inmensamente fotografiada y que es la que aparece en todos los catálogos sobre Grecia, con sus casas blancas encaladas y sus cúpulas azules; la verdad es que tanto o más hermosa que en las postales. Desde ambas las vistas a la caldera (el lugar ocupado por el mar tras la erupción que fragmentó Santorini en cuatro islas) es espectacular. En Ia asistimos a su famosa puesta de Sol, que dicen es la más hermosa del Mediterráneo (honor que sospecho se lo deben arrogar en más de un lugar). Poco después del crepúsculo, con espontáneos aplausos del vulgo incluido, hubo un apagón general que dejó la ciudad a oscuras.

De Santorini visitamos, entre otras cosas, su Museo del Vino (el vino de la isla es consumido en toda Grecia) y su famosa y atestada Red Beach, llamada así por el color de la arena al pie de un acantilado del mismo color y a la que se llega caminando tras sortear las rocas. Obviamente, navegamos a las islas fragmentadas de Santorini (la volcánica e inhabitada Nea Kameni y la pequeña Thirasia) en un pequeño barco conducido por el capitán Manoli (verídico).

Como dijo Kavafis contemplamos tanta belleza que nuestra visión le pertenecía, lamentablemente debíamos continuar nuestro camino así que abandonamos la piscina del hotel, el gato que desayunaba con nosotros y los Sex on the Beach que nos cascábamos arrullados por el Egeo para pisar nuevamente tierra firme, Atenas nos esperaba.

Y en la próxima entrega: Atenas

01 septiembre 2008

Vacaciones 2008. Descubra Grecia desde su butaca (Tomo 1: Creta)

Buenos amigos, ha llegado el tan deseado momento por todos vosotros de conocer, en cinco estupendas entregas, mis avatares veraniegos. Este año clavé la aguja en la antigua Grecia y tras enfundarme mi toga la Subcomandante y yo atravesamos el espacio aéreo europeo. Nuestra ruta será la siguiente: Atenas --> Creta --> Santorini --> Atenas. ¡Que los dioses nos sean propicios!

Nuestro first stop fue de madrugada en el aeropuerto de Atenas donde aguardamos a que rayara el día para que saliera nuestro ferry hacia Creta. Dormir en el aeropuerto encorvados en un semipupitre escolar reconvertido en sala de espera fue tarea imposible, máxime si tenemos en cuenta que el gélido aire acondicionado de la terminal no invitaba a caer en brazos de Morfeo. Al alba pedimos un taxi (de los taxistas así como de Atenas ya hablaremos en próximas entregas) que nos llevó al puerto del Pireo donde embarcamos en un mastodóntico ferry que nos llevó a Creta, trayecto que aprovechamos para echar una cabezadita en el camarote que con excelente criterio tuve la precaución de reservar.

Desembarcados en Heraklion, alquilamos un coche para lanzarnos a la conquista de la isla y nos dirigimos a nuestra primera parada, Rethymno. Ese trayecto nos sirvió para darnos cuenta que conducir en Grecia no es que sea un deporte de riesgo extremo, tal como hacer puenting con un chicle, sino todo un desafío. Rethymno es una ciudad con un bonito puerto veneciano (fruto de los siglos en que la isla pertenecía a la ciudad estado italiana). Similar a ella, y superior en belleza, fue la siguiente ciudad que visitamos Haina. Ambas se caracterizan por un entramado de pequeñas callejuelas atestadas de restaurantes, tiendas de souvenir y enormes playas. Aunque el turisteo era voluminoso, las largas playas (y que íbamos al atardecer cuando no picaba el astro rey) nos permitían estar bastante distanciados del resto de nuestros congéneres.

Como modernos que somos quisimos hacer trekking y atravesamos la isla, que es extremadamente montañosa y pelona (poca vegetación), para intentar llegar a la garganta de Samaria, a la quisimos acceder por barco tras ser desinformados. Llegamos tarde tras sortear interminables curvas, cabras y pistas forestales, y aprovechamos para bañarnos en una cuasi solitaria cala, donde a la sombra de una enorme roca nos instalamos frente a unas aguas cristalinas de azul turquesa.

Nuestra última parada sería en la capital, Heraklion, cuyo centro histórico tenía menos encanto que el de las dos ciudades anteriores, pero la usamos como base para acercarnos a las ruinas de Knossos, cuna de la civilización minóica, madre de la civilización griega y por ende de la nuestra. Visitamos las ruinas donde la mitología sitúa la historia de Ariadna y el Minotauro. La hipótesis más aceptada sobre el fin abrupto de esta civilización, circa el 1450 a. C. y que algunos identifican con la mítica Atlántida, pasa por ser bombardeada tras la erupción del volcán de Santorini y que fragmentó la isla griega dando lugar a su hermosa caldera. Así que ni cortos ni perezosos nos embarcamos en un ferry rumbo a Santorini para ver cuán de cierto había en esto.

Y en la próxima entrega: Santorini