30 julio 2006

Viendo Cars (2006) de John Lasseter y Tu vida en 65' (2006) de María Ripoll

Bueno, vamos con dos estrenos calentitos, para que no se diga que no estamos al día.

Parece que la factoría Pixar ha perdido un poco el pulso, no digo con ello que Cars, o la anterior Los increibles, no sean películas entretenidas, pero sí son irregulares; en Los increibles había grandes gags y momentos memorables comparados con la soporífera dosis de acción interminable del final (de hecho creo que me dormí).

En Cars pasa algo similar, para mí la más flojita de todas, sólo salvada por algún que otro guiño cinéfilo. ¡Ah!, lo mejor, sin duda, es el corto de los músicos ambulantes que se proyecta antes de la película, una auténtica obra maestra.

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Correcta la película de María Ripoll. Al principio el diálogo resulta forzado (quizá como reducto de su origen teatral), pero luego gana en consistencia. El guión juega con el azar y las casualidades (tema posmoderno por antonomasia, del cual Paul Auster es su máximo gurú) y creo que es del mismo Albert Espinosa, que ya lleva unos cuantos guiones -provinientes de sus originales dramáticos- más que correctos y que habrá que empezar a tomar en consideración.

Una dirección contenida, aunque esté a punto de caer en el videoclip en alguna ocasión, y un buen trabajo interpretativo dotan al filme de un poso de realidad que empatiza con el espectador. Lo peor, sin duda, el final, se busca epatar al público a través de la lágrima fácil, a mi juicio un final mucho más vanal, un punto y seguido, encerraría mucho mejor la búsqueda de ese instante, de esa vida en 65'.

26 julio 2006

Escuchando Akim El Sikameya (30 nits)

No estuvo mal el concierto del artista argelino. Instalado en la fusión y el mestizaje, la actuación navegó entre la música árabe y andalusí. Cantando tanto en francés como en árabe, mezclaba el raí con otras formas musicales más ancestrales, eso sí con una base rítmica moderna: guitarra, bajo, batería, percusión, acompañados sólo por un laúd y un violín como notas exóticas. La propuesta no está tan alejada de la música zíngara de Goran Bregovic, por ejemplo, aunque eso sí, sin los metales que acostumbran a acompañarle, lo que demuestra que, pese a todo, siempre hay algo ancestral que nos une.

A destacar la excepcional voz del propio Akim, el cual se fue creciendo a lo largo del concierto arrastrando en la improvisación a sus propios músicos a los que fue exprimiendo de forma frenética, pero excepcional, para regocijo propio y de los asistentes.

En un momento del concierto Akim apeló a aquella arcadia mitificada que fue el Al-Ándalus de los siglos XIII y XIV, donde convivían las tres culturas monoteísticas: la judía, católica e islámica, como ejemplo de convivencia y tolerancia. Y aunque esto sea falso, es una mentira que deberíamos mantener viva.

24 julio 2006

Leyendo Si esto es un hombre de Primo Levi

Sobrecogedora la obra de Levi, superviviente de Auschwitz y escrita poco después de la liberación de los campos. Creo que nunca antes, sobre todo en las primeras páginas, tuve la tentación de abandonar la lectura. Con la cultura visual que arrastramos es muy difícil no poner imágenes al horror ahí descrito (golpeaban en mi memoria, sobre todo, el espléndido documental de Resnais, otro de los grandes, Nuit et brouillard).

Lo sobrecogedor del libro, contado todo en un estilo frío e impersonal (no hay ninguna implicación psicológica, ya que deshumanizados como estaban, los sentimientos era algo que quedaban a las puertas del campo), es alguna de las realidades que aporta sobre el día a día, a veces alejadas del imaginario que tenemos de los campos de exterminio. Casi no había integrantes de las SS vigilándolos, sino que eran los propios internos quienes por ganar favores accedían a controlar los lagers. Como el trueque y el robo eran condición indispensable para la supervivencia, no podías fiarte de nadie, y finalmente sobrevivieron, en su mayoría, aquellos que mejor supieron adaptarse a las reglas del lager: los más fuertes, los que tuvieron más contactos, los que más robaron; los otros, indefectiblemente, fueron cayendo. Cuenta Levi, en el advenimiento de su segundo invierno en Auschwitz, que nunca pensó que llegaría a vivir otro, primero porque dificilmente pensó que superaría el frío y las adversidades del primero y segundo porque, de hacerlo, desearía estar muerto para no llegar a un segundo.

Recomiendo el libro a todos aquellos que todavía defienden ese monumento a la infamia que es La vida es bella dirigida y protagonizada por el que es, sin duda, el peor actor de la historia del cine (y mira que ha habido malos) y uno de los seres más abyectos; no hay más que ver como vuelve a hacer la misma película, ahora ambientada en Irak, sin ninguno tipo de pudor, pensando solamente en recuperar la taquilla y el favor de los débiles mentales de Hollywood. ¿No es posible, entonces, la sátira? Por supuesto, pero para eso hay que ser grande, y tener un talento y una altura moral de la que el mezquino de Benigni carece, el mismo Chaplin admitió que de haber conocido todos los horrores nazis jamás hubiera rodado El gran dictador.

En suma, dura pero estupenda y muy recomendable la obra del italiano (en un futuro próximo leeremos La tregua, que narra su periplo por Europa tras la liberación y su vuelta a casa). Una lección de historia.

17 julio 2006

Viendo La vida privada de Enrique VIII (1933) de Ernst Lubitsch y Campanadas a Medianoche (1965) de Orson Welles

Buenos queridos, hoy comentamos dos clásicos vistos recientemente de esos que ponen nervioso a más de uno por aquí, jeje.

La vida privada de Enrique VIII es una de las mejores comedias de Lubitsch (desafortunadamente o afortunadamente, según como se mire, todavía hay alguna que otra de su período mudo que he de visionar por primera vez). El filme está construido con un humor inteligente, corrosivo, con reminiscecias de las slapstick mudas, todo al servicio del talento desaforado del gran Charles Laughton (¡ah! y qué películas no hubieramos ganado si La noche del cazador -su único filme como director y para algunos la mejor película de la historia del cine- hubiera funcionado en taquilla; el talento, como siempre, herido por los bolsillos). Dijo en una ocasión Hitchcock, como advertencia: "nunca trabajes con animales, niños o Charles Laughton". Totalmente de acuerdo con las dos primeras claúsulas, y aún estoy seguro que rodar con el orondo inglés debía ser un infierno, pero cuando se trabaja con los grandes hay que pagar tributos.

Se le atribuye a Billy Wilder, alumno aventajado de Lubitsch y que también sufrió a Laughton en su obra maestra Testigo de cargo (para mí es imposible discernir quién fue superior, pese a que hay bandos enfrentados) la frase dicha en su funeral (lo que sí estoy seguro es que por mucho Dios que sea Wilder de Trueba, éste no ha heredado absolutamente nada) de que lo peor no es que hubiera muerto Lubitsch, sino que se acabaran las películas de Lubitsch. Lo que sí parece cierto es que en su despacho siempre figuró un cartel donde rezaba: "¿Cómo lo habría hecho Lubitsch?"

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Campanadas a medianoche es un grandísimo filme, aunque, si hablamos de Welles, prefiero otros (Sed de Mal, que es descomunal, me sigue pareciendo la mejor de todas), aún así, merece ser vista, estudiada y disfrutada una y otra vez. El talento visual y fílmico de Welles hace que éste filme, que fue uno de los que tuvo más libertad para rodar, a pesar de las limitaciones obvias de presupuesto, sea un festín para todos aquellos que nos gusta tanto el cine como su técnica y pensamos una y otra vez por qué esos picados y contrapicados desmesurados en Welles son prodigiosos y en cualquier otro director parecen ridículos. Supongo que la respuesta, igual que en Lubitsch o Wilder, reside en el genio, y eso sigue sin tener explicación.

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Reflexión final sobre Wilder, ya que ha aparecido tanto en estas dos críticas: Es aberrante que no pudiera filmar nada durante los últimos veinte años de su vida porque no hubo ni un solo productor que, por su avanzada edad, quisiera arriesgarse. Y es que, mientras los fenicios sigan en el mundo del cine (igual que hizo Andrés Vicente Gómez arrebatando a Erice El embrujo de Shangai) es casi puro milagro que afloren obras maestras.

12 julio 2006

Escuchando a Joaquín Sabina (Palau Sant Jordi)

Pues sí, se confirman los rumores, Sabina está gordo o más que gordo se le ha puesto cara de pan, dicen los que entienden que ha dejado la mala vida, en fin, eso poco importa, de hecho fue en esa mala vida donde escribió sus mejores canciones (y un artista se debe a su público, claro. El concierto estuvo bien, sonido correcto, llenazo, etc. Abrió con los temas de su último disco, temas que cantaban cuatro (yo soy de la opinión que Sabina, al igual que Serrat, lo que tenía que escribir ya lo escribió), pero cuando se arrancó con los "old songs" todo fue distinto, la pista se convirtión en un karaoke descomunal y nos embargó ese sentimiento de concordia fraternal típico de los conciertos multitudinarios, ¡ay!

Pues eso, Sabina mantuvo el tipo, aunque al principio del concierto pareción flojear un poco, luego nos arrancamos con Pacto entre caballeros, Princesa, La del pirata cojo, Nos sobran los motivos, etc., me faltó la de Con las manos en la masa (hubiera sido lo más un duet con la señora del programa, pero no pudo ser). El mejor momento de la noche fue cuando tras cantar con el público a coro Calle melancolía, se quitó el bombín que había vestido durante todo el concierto y dijo aquello de "Siempre llevo un bombín puesto por si tengo una oportunidad de quitármelo" y eso hizo. Y es que a veces valen más unos versos que todo un libro de sonetos.

10 julio 2006

Viendo Manderlay (2005) de Lars von Trier y La educación de las hadas (2006) de José Luis Cuerda

Hoy dos estrenos, uno reciente y otro no tanto:

Hay pocos cineastas que hoy día naveguen por la vanguardia y que tengan excelente acogida de crítica y público, el mejor entre ellos, sin duda, es Lars von Trier. Manderlay, retoma los personajes que ya pusiera en escena en la excepcional Dogville, pero cambiando a James Caan por Wiliam Dafoe y a Nicole Kidman por Bryce Dallas Howard, el cambio es significativo, porque pese a rallar ambos a gran altura no alcanzan el nivel interpretativo de sus predecesores en el papel.

Manderlay, que mantiene la misma concepción escénica y fílmica que la anterior, hace que nos replanteemos el concepto de libertad cuando los negros de una plantación prefieren el sistema esclavista al democrático. Von Trier realiza un excelente trabajo que, sin embargo, recuerda demasiado al anterior, quizá por eso el polémico director danés ha decidido rodar otras cosas antes de acabar su trilogía sobre Estados Unidos, en cualquier caso, se reinvente de la forma que sea a buen seguro que será interesante.

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No es mal director José Luis Cuerda ahí está La lengua de las mariposas o esa obra maestra que es El bosque animado y el delirio surrealista de Amanece que no es poco, amén de su faceta como productor arriesgando para que un tio con veintinada y apenas un par de cortos, llamado Alejandro Amenábar, rodará Tesis. Digo esto porque me cae simpático y merece todos mis respetos, ahora bien La educación de las hadas es espantosa.

Cuerda pretende crear un universo llamemosle "poético" (denigrando como siempre a la poesía que nada tiene que ver con estas cosas) que se queda en cursi de narices, con unos actores (a excepción de Bebe que está sorprendentemente bien) horribles. El niño está para matarlo, Darín no se cree nada su personaje y hasta parece que le dé vergüenza interpretarlo, y en Irene Jacob no hay un ni un solo destello de aquella gran actriz que deslumbrara junto a Kieslowski. En suma, totalmente prescindible.