27 mayo 2008

Complaciendo peticiones 3: Viendo Viendo The Wall, La gran evasión y No es país para viejos

Bueno seguimos con la ronda de peticiones, esta vez vamos a satisfacer a dos pajarracos de un tiro: al señor Young, al que le tocaba por orden de llegada, y al señor Oscar que compartía sus gustos y peticiones (su demanda de La guerra de Charlie Wilson no podrá ser atendida, pues no he visto el filme de Mike Nichols).

The Wall (1982) de Alan Parker: Es una película que tiene a su favor la excelente música de Pink Floyd, algunos momentos interesantes y su importancia dentro del cine musical (o, para ser más exactos, dentro del subgénero de opera rock o grupos musicales, como quieran llamarle). Dicho esto, como película creo que está sobrevalorada y aunque tiene aciertos, es su propia singularidad lo que la hace especial, igual que el Tommy de The Who o Quadrophenia.

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La Gran Evasión (1962) de John Sturges: Ya son unas cuantas las veces que he visto el filme. Es una de esas películas hipnóticas, con las que estás perdido como les prestes un poco de atención pues acabas tragándote, sin remedio, las tres horas de metraje. Además, con el tiempo siempre olvido si éste u éste otro personaje consigue escapar, con lo que puedo volver a verla y disfrutarla de nuevo. Otro filme hermano de este sería Los doce del patíbulo.

De este visionado me quedo con la gran interpretación de Richard Attenborough, en la que otras veces no había reparado seducido por personajes más llamativos como el de Steve McQueen, y ¡ojo! de Charles Bronson, mucho antes de ser el Justiciero de Medianoche. En fin, un filme ideal para pasar una tarde entretenida

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No es país para viejos (2008) de Joel y Ethan Coen: Ya lo he dicho en más de una ocasión, para mí los hermanos Coen dan una de cal y otra de arena según el viento les dé, esta vez sí han dado en el clavo. Su último filme es un espléndido trabajo, aunque no sé si para bañarlo en Oscar. El filme arranca con una obertura magistral, llamémosle homenaje, muy similar a la de Paris, Texas la obra maestra de Wim Wenders, de cuando Wenders era Wenders y no esas películas que hace ahora. En cualquier caso la trama, la fotografía, la dirección y los actores son excelentes.

Para que no haya dudas, Bardem es un gran actor y actúa estupendamente, el plano en que mata al policía en la comisaria al inicio del filme sobrecoge y tiene una fuerza descomunal, por eso no entiendo por qué el resto del filme los Coen mantienen con la misma cara de palo, pienso que le podrían haber sacado mucho más a su interpretación.

Pero, la mención especial, se la quiero hacer a Josh Brolin (que para los mitómanos les diré que era uno de los niños de Los Goonies), sin duda uno de los mejores actores del momento; un valor muy sólido que hace de su presencia en una película toda una garantía. Su interpretación es soberbia y da muestras de que es un actor con registros (pues su papel es diametralmente opuesto al que hizo en Planet Terror y American Gangster). A este tipo habrá que seguirle de cerca.

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Y con esto queridos me despido hasta la próxima ronda de peticiones donde el homenajeado será el señor Nonsenses. Vean cine.

19 mayo 2008

El pacto con el diablo de Robert Johnson

No sé muy bien por qué nunca he dedicado demasiado tiempo a escuchar blues (seguramente porque uno nunca tiene demasiado tiempo para nada). La primera vez que ví el nombre de Robert Johnson fue leyendo un artículo sobre un disco de versiones que había hecho sobre él Eric Clapton. No recuerdo qué decía el texto, creo que pasaba de puntillas sobre su figura, pero algo quedó grabado en mi subconsciente, hasta hace unos días, cuando viendo un documental sobre John Hammond, el gran cazatalentos y productor clásico del blues, se mencionó de nuevo su nombre y cual magdalena de Proust volví sobre su pasado.



Robert Johnson nació en 1911 en un pueblo de los arrabales del Delta del Misisipi. Mujeriego y vagabundo enviudó muy joven y se dedicó a acompañar a músicos clásicos del blues como Son House y Willie Brown, los cuales se divertían con un jovencísimo Johnson que era un absoluto negado para la música. Durante un tiempo, poco más de un año, desapareció de la circulación y cuando reapareció (los mismos House y Brown lo atestiguaron) se había convertido en un virtuoso de la guitarra con una voz prodigiosa.

Su fama creció por momentos y realizó dos únicas sesiones de grabación legando 29 temas. Entonces desapareció de nuevo. Hammond quería contactar con él, era el prodigio más importante que había dado el blues hasta el momento, y ya promocionaba un concierto en Nueva York que le catapultaría definitivamente a la fama. Pero Johnson seguía desaparecido. Poco después apareció su cadáver: era 1938 y tenía sólo 27 años. Nacía la leyenda.

Según parece Johnson era un tipo extraño, una alma errante que de la noche a la mañana se convirtió en un talento innato. Tocaba muchas veces de espaldas al público, semiescondido, como si ocultara algo. Tenía un carácter difícil: era borracho, marrullero y un auténtico conquistador. Pero la gran pregunta es ¿de dónde le sobrevino su talento? La historia confundida con la leyenda se repite en el Misisipi desde entonces: Johnson había hecho un pacto con el diablo.

Se contaba que a mediados de los años treinta había acudido a un cruce de caminos poco antes de la medianoche para tocar. Al poco apareció una figura negra de gran tamaño que le tomó la guitarra para afinársela, luego se la devolvió y desapareció. Curiosamente todas las canciones de Johnson mencionan al diablo de una u otra forma y se dice que su temprana muerte fue el tributo que tuvo que pagar por su talento (otra versión no oficial habla de que fue envenenado en un taberna tras seducir a la mujer del dueño, pese a que le advirtieron
-cosa que todo hombre debe saber- que nunca hay que beber de una botella de whisky abierta).

Actualmente sólo se conservan dos fotos de Johnson y las 29 canciones; como dijo Scorsese: "el hecho es que él sólo existe en sus canciones, el resto es pura leyenda". Lo cierto es que estas grabaciones, sin entrar a valorar si a uno le gusta más o menos el blues, tienen algo de irreal y fantasmagórico.

Lo más curioso es que, aunque parezca mentira, a día de hoy no es raro ver a jóvenes negros tocando a medianoche en los polvorientos cruces de caminos del Delta del Misisipi.


Robert Johnson: "Sweet Home Chicago"

12 mayo 2008

Complaciendo peticiones 2: Viendo Nine Songs, Zulo y Los Simpson: la película

Bueno queridos, sigamos con la ronda de peticiones ¿pensaban que me había olvidado? Las iremos espaciando en el tiempo. Hoy, por escrupuloso orden de intervención, toca complecer a la señorita Bronski.

Nine Songs (2004) de Michael Winterbottom. Creo que es conocida mi admiración por la obra del director inglés, uno de los talentos jóvenes más interesantes del momento. Sin embargo este filme no satisfizo mis expectativas. Es una película correcta, con sexo explícito y un buen puñado de canciones que intentan reflejar el panorama musical de una época. Creo que su intención era hacer un remedo actual de su aclamada 24 Hour Party People, pero no creo que se planteara, en ningún caso, hacer crítica social.

El problema del filme es que es sólo eso: una pareja que folla sin descanso y que asiste a conciertos. Fin de la película. La selección musical no esta mal, hay buenos grupos que han marcado época, Primal Scream, o que pueden hacer historia, Franz Ferdinand, y otros que caeran en el olvido. Por cierto, dato para curiosos, teóricamente el filme es una libre adaptación de Plataforma de Houellebecq.

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Zulo (2006) de Carlos Martín Ferrera. Interesante la ópera prima de este, para mí, desconocido director. Con muy pocos medios y una excelente interpretación del protagonista, consigue hacer verosímil la historia de un personaje encerrado sin saber por qué en un zulo y su largo cautiverio.

El director consigue con unos resultados más que correctos no caer en la reiteración, el protagonista esta practicamente todo el filme solo en pantalla, y mostrar de forma creible el progresivo deterioro físico y mental del reo.

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Los Simpson: la película (2007) de David Silverman. Esperaba mucho más de este filme; teniendo como tiene la serie episodios antológicos la película no logra estar a la altura. Si bien su primera parte es excelente (Spidercerdo está inmenso), a partir de la huida de Springfield de la familia, el filme se hace pesado.

El error está en centrarse demasiado en los propios Simpson y obviar a los secundarios (que son, precisamente, el gran acierto de la serie), a los que se les confiere casi un papel residual. Correcta, pero es una lástima no haber aprovechado todo su potencial para haber dado mucho más.

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C'est tout! La siguiente triada, todo se andará, será en honor del señor Young y contendrá: La gran evasión, The Wall y No es país para viejos.

04 mayo 2008

Asaltando mí memoria. Viendo, veinte años después, Detour (1945) de Edgar G. Ulmer

Durante muchos años a aquel que quisiera escucharme le hablaba de una película que había visto en mi tierna infancia, pónganle hace veinte años, más o menos. La emitieron un verano en sesión de tarde, en TV3 para ser más exactos (en aquella época aún podía verse una película en B/N en una televisión pública). Recordaba el título Detour, y que era una especie de road movie y cine negro donde el protagonista narraba en off su historia (no recordaba exactamente de qué iba) y hacía mención, constantemente, a la "Sue", su amada. Nunca volví a verla, aunque creo que Garci la pasó en su programa o se volvió a emitir alguna vez en televisión de madrugada, recuerdo pedirle a un amigo que me la grabara, aunque la cinta nunca llegó a mis manos. En fin, no hace mucho caminaba medio dormido por una estación de tren cuando la vi de reojo en un cajón de filmes en oferta y me lancé sobre ella.

Hoy, veinte años después, me dispuse a verla. El filme es un producto de serie B en toda regla. Una película, de poco más de una hora de duración, de cine negro y carretera rodada en apenas seis días y con un presupuesto ridículo. Los actores son regulares y hay, incluso, algún plano que parece un descarte de montaje por su falta de raccord. No descarto este extremo, en tiempos -esto era práctica habitual en el cine mudo- se montaban versiones de la misma película con descartes de las tomas buenas; esto era así, entre otros motivos, porque la película se desgastaba a fuerza de hacer copias o porque se hacían clones de copias para el mercado europeo o para otros circuitos. De hecho, muchas de las películas que hoy conservamos de aquella época son refritos donde se aprovechan los mejores planos para hacer una copia definitiva. Tratándose como era de una película de serie B, casi Z si no fuera porque el género Z nacería en los cincuenta, no sería nada descartable.

Si todo esto es así, ¿por qué es una película mítica? (ya no sólo para mí, sino también para la historia del cine), por varios motivos: el primero su director, Edgar G. Ulmer, que había sido ayudante de dirección del gran Murnau (vino con él para hacer Amanecer [1927], el primer filme americano del director alemán), y firmaría poco después un filme de terror mítico The Black Cat (1934), con Boris Karloff y Bela Lugosi, pero que tuvo la "desgracia" de tener un affaire con la mujer de un pariente de Carl Laemmle, el todopoderoso presidente de la Universal, lo que le cerró las puertas del éxito y se vio recluido a la serie B. La calidad de Ulmer se nota, sobre todo, en el uso de la fotografía.
Nota: el gran cine negro americano es deudor del expresionismo alemán, no sólo fotográficamente sino también de sus -algunas- surrealistas tramas. Ahí está, sin ir más lejos, el clásico de Huston y Bogart El Halcón Maltés. Alguien debería estudiar esto de forma seria: la continuación formal que tuvo el expresionismo alemán en el cine negro clásico estadounidense.

El guión del filme, trufado de diálogos mordaces, es excelente: un pianista viaja en autoestop desde la Costa Este a Hollywood en busca de su amada, la Sue, una cantante que ha marchado allí a hacerse un nombre. Por el camino le recoge un hombre y el conductor decide intercambiar el asiento con él para que pueda descansar, al rato comprobará que no estaba dormido como pensaba sino muerto. El pianista decide deshacerse del cadáver y asumir su identidad... La película está narrada desde el punto de vista del pianista, Tom Neal, y uno duda si es un pobre hombre al que el azar le ha jugado una mala pasada (tema posmoderno avant la lettre, ahí está Paul Auster, sin ir más lejos) o es un asesino que intenta justificar sus crímenes (casualidades del destino, el protagonista pasó sus últimos días entre rejas después de asesinar a su tercera esposa). La trama se complicará aún más con la aparición de una misteriosa mujer, Ann Savage, excelente como femme fatale, que intentará chantajear al protagonista...

El filme, como ya dije, es rudo, sucio, con protagonistas feos, mal afeitados, se nota el calor y el sudor del desierto por donde transitan. Todo ello unido a la excelente fotografía, la introspección psicológica del protagonista, el azar, el magnífico guión y el aura mítica de su director y protagonista hacen de esta una película única, un filme isla en la historia del cine que hace ya tiempo figura en ese salón de películas extrañas y míticas que todo buen aficionado merece ver una vez en la vida y que recomiendo enfervorecidamente.

PD: Acabo de saber que Detour tiene especial importancia en la novela de Vila-Matas, El mal de Montano, esto lo hace aún más fascinante, si cabe.