27 octubre 2006

Leyendo Short Cuts de Raymond Carver

Tenía curiosidad por leer a Carver, de un tiempo a esta parte, todo el mundo le cita y parece que ha influido a todos de treinta años para aquí. Decía Bolaño que los dos grandes cuentitas del siglo XX son Chejov y Carver. Short cuts es una antología de sus relatos, hecha a partir de los que uso Robert Alman para dirigir la obra maestra del mismo título.

Hay relatos mejores que otros en la antología y leyéndolos empecé a entender la fascinación que suscita el escritor. Son personajes que reflejan un americano medio despojado de sentimientos, hay una frialdad extrema en ellos y un poso de maldad y violencia que le son intrínsecos. De entre los relatos de la antología me quedo con el del vendedor de aspiradoras y el del atropello del niño, ambos obras maestras del género breve. Dijo Gore Vidal en una ocasión (frase que cita la contraportada) que quizá la gran novela americana (un concepto crítico que cada cierto tiempo vuelve y que no necesariamente tiene por qué escribirla un autor americano, por ejemplo, la gran novela mexicana contemporánea Los detectives salvajes fue escrita por un chileno que residía en Barcelona) que han intentado grandes autores como Mailer o Updike no sea tal, sino la que se configura con los breves relatos de Carver.

Buceando sobre Carver encontré un artículo escrito por Alessandro Baricco (escritor al que tenía en muy baja estima, pero que leído lo siguiente debería conceder alguna oportunidad) donde se hace eco de un rumor que decía que a Carver le reescribía su editor. Baricco su fue a la universidad americana que guarda sus manuscritos y efectivamente así era. El editor de Carver había cambiado la mayoría de los finales de sus relatos, reescribió los parrafos más “humanos” del autor dándoles un carácter mucho más frío y los recortó en exceso dejándolos en su brevedad actual. Lo curioso del caso es que brevedad, frialdad y finales abruptos son los rasgos más característicos de Carver, esto es, fue el editor quien dio a Carver el “estilo Carver”. Por otro lado, al leer los textos originales sin la poda posterior, uno ve que, igualmente, son excelentes, no estan exentos de calidad, y destaca, sobre todo, un rasgo mucho más humano, Carver salva a alguno de sus personajes, sigue creyendo en el hombre, pese a que eso es contrario al denominado “estilo Carver”. Curioso, muy curioso, leído esto es muy difícil pronunciarse al respecto, sobre qué o quién es Carver. Una historia fascinante que podría ser la de uno de sus propios relatos.

Huelga decir, que esto sería impensable en este país, entre otras cosas porque si el señor Carver fuera español y fuera hoy día a una editorial para que le publiquen, obviamente, nadie lo haría y mucho menos encontraría un editor con el suficiente bagaje como para, ni tan siquiera, sugerir un cambio que no sea incluir alguna conspiración masónica o vaticana.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Se confirma lo que ya se sabia de este blog: es fruto de unos personajes que sólo estan dispuestos a colaborar en él los dias que tienen internet en el trabajo, o lo que es lo mismo, colaboran perdiendo tiempo de su trabajo y a costa de la empresa. Vividores de izquierda!! Mano dura se necesita en este país, con los vagos y los maleantes!!!

Zelig dijo...

Todos los supuestos que usted cita don Yom son ciertos y debemos sentirnos orgullosos de ellos (sé que a un imperialista como usted estos conceptos le pueden resultar de difícil comprensión).
No hay otra forma de rebentar el sistema que desde dentro, y quien roba a un ladrón... en fin, ya se sabe.

Mario dijo...

Fascinante la historia de Baricco... No sería extraño que alguien lograra un tono auténtico carveriano, a partir de su propia idea de lo que ser carveriano significa... Pierre Menard escribió su propio Quijote, y éste era de Menard y de Cervantes al mismo tiempo... Mira el cuento sobre la cellista suicida y su madre alcohólica, que Robert Altman hace coexistir y encajar en su película con las vidas de todos los personajes del libro al que te refieres... La historia es y no es de Carver, a su modo... Personalmente, además de los dos relatos a que te refieres, mi favorito es el de los pescadores que encuentran el cadáver en el lago...

Zelig dijo...

Aunque mi memoria es algo caótica, debería empezar a usar un sistemna mnemotécnico como hace Woody Allen en "Scoop" (desde aquí obra maestra que les recomiendo desde ahora mismo, ya subiré el post en próximos días), no estoy seguro de recordar cuál era en el filme el cuento ese al que te refieres al hablar de la madre y la hija, ¿el de aquella chica que se baña en la piscina?

Sí recuerdo, como toda una generación, el de Julianne Moore planchándose la falda o el que tu dices de los pescadores y el cadaver, que en el libro resulta mucho más terrible si cabe.

En este link, hay una traducción del artículo de Baricco, parece hecha por su peor enemigo pero algo se entende:

http://www.jornada.unam.mx/1999/08/29/sem-baricco.html

Mario dijo...

He leído el artículo de Baricco, y me parece que merce un comentario aparte en el blog... Viendo lo diversificados de tus intereses, me queda la duda: ¿a qué hora tienes tiempo para ver, leer, escuchar y conocer a gente tan interesante?

El fragmento de la chica que toca el cello al que me refiero trata de la relación de ella con su madre, interpretada por Lori Singer y que hace de cantante en un club de jazz... ¿Recuerdas? La chica se suicida con el escape de su auto, y cuando sucede el terremoto del final, la madre no se percata porque está muy deprimida bebiendo en el bar... Devastador este fragmento que es el único que escribió Altman para la película... Qué imagen la que mencionas de Julianne Moore (una de mis actrices consentidas)!

Zelig dijo...

Bueno, querido Mario, uno intenta sacar tiempo de allá donde puede y exprimirlo al máximo, claro que teniendo en cuenta que la pereza es mi pecado capital preferido (ha desbancado incluso a la lujuria, jeje) y las horas aberrantes que pierdo en el trabajo, resulta imposible hacer, leer o ver todo lo que uno quisiera, de hecho, es sólo una ínfima parte.

La imagen de Julianne Moore es aquella donde se mancha la falda, quedándose desnuda de cintura para abajo, y la limpia y plancha mientras tiene una dura disputa con su marido.