28 junio 2007

Viendo Grbavica (2006) de Jasmila Zbanic y El último rey de Escocia (2006) de Kevin MacDonald

Excelente la opera prima de Jasmila Zbanic, que ganó el Oso de Oro en Berlín. Ambientada en Sarajevo, en el seno de una familia bosnia, narra la tensa relación entre una madre que fue violada durante la guerra de la antigua Yugoslavia y su hija rebelde, que desconoce la verdad y se cree vástaga de un héroe.

La directora vertebra estupendamente la excelente interpretación de la madre y la hija con la recreación de la Bosnia actual, la corrupción, las viudas de la guerra, los excombatientes y el esfuerzo de todos, a pesar de las humillaciones que han de sufrir, por salir adelante y cerrar las heridas. En definitiva, un filme que es el reverso oscuro, de las por otro lado excelentes, películas luminosas y vitales de Kusturika.

---

Esperaba más del filme de MacDonald, que no pasa de ser un trabajo correcto. La recreación de la Uganda de la época parece acertada, aunque a veces se hace demasiado increíble la ingenuidad del joven doctor escocés (por mucho que este basada en hechos reales, tal vez, por eso mismo, uno piensa que quizá no era tan ingenuo).

Lo que no entiendo es la claudicación de todo el mundo con la interpretación de Forest Whitaker como Idi Amin, que lo hace bien ojo, pero no creo que sea tan absolutamente definitiva como para recibir todo tipo de elogios y premios (el Oscar, entre otros) sin ningún pero ni ninguna voz crítica; como pasó también con Philip Seymour Hoffman, en Capote. Creo, por ejemplo, que tanto en Bird (la obra maestra de Clint Eastwood) el primero como en Happiness (la respectiva obra maestra de Solondz) el segundo hacen interpretaciones muy superiores a estas; pero parece que muchas veces se premia y se escribe mucho más de oído que no yendo a las salas. C’est la vie.

22 junio 2007

Escuchando The Rolling Stones (Estadi Olímpic de Montjuïc)

Aprovechando que sus satánicas majestades se acercaron a saludar al amigo Zelig, organizamos una pequeña expedición para recibirles como es debido: a la “trobada” asistieron el ínclito que les habla, la Subcomandante Mofletes, Tom Young, O. Bronski, Ops (todo un maestro con los codos) y señora, más dos convidados de piedra.

El concierto estuvo a la altura de lo que se esperaba: intenso, espectacular y trufado de clásicos, con recuerdo y homenaje para el recientemente fallecido James Brown (el amigo Young, todo un mitómano en lo a que Stones se refiere, sentenció que era el mejor de los cuatro conciertos a los que había asistido). Nuestra ubicación fue, dentro de lo que cabe, inmejorable, justo en el centro de la pista y al final de la pasarela móvil por la cual se desplazaba el escenario, eso hizo que cuando cantaron clásicos como “It’s Only Rock´n Roll” o “Honky Tonk Woman” estuvieramos a escasísimos tres metros de Jagger & Co (como es habitual, vaya al concierto que vaya, mi canción preferida nunca es tocada, en este caso fue “Paint in Black”; tampoco cayo “Angie”).

Sorprendente fue el estado de forma de Jagger: fibrado, atlético y con una energía que ya quisiera yo no a los sesenta sino a los treinta, a Ronnie Wood también se le veía en forma, Charlie Watts estuvo hierático en su batería y al que se vio más lento de reflejos y movimientos fue a Richards (¿será por culpa del cocotero?) que aún así aguantó inconmensurable durante todo el concierto.

Inexplicablemente, los mismos energúmenos que exclamaron “mayúsculo” en el concierto de Springsteen también hicieron acto de presencia en este concierto que acabó con un espectacular “Satisfaction” cantado a viva voz por las 50.000 almas del recinto. Inolvidable. Imagino que habrá todavía como mínimo una gira más antes de que se retiren, seguro que volveremos.

I know, it’s only rock’n roll, but I like it.

16 junio 2007

Mi humilde propuesta a la fanfarria nacional

Ahora que el himno patrio se ha convertido en cuestión de Estado, no podía dejar pasar la oportunidad de aportar mi granito de arena a tan interesante debate.

En primer lugar yo suprimiría el actual por alguno de mayor raigambre léase "Mi carro" o "Aserejé": el primero tiene la virtud de ser una letra castiza y de sobras conocida, el segundo además de ser ya un himno mundial viene acompañado de un simpático baile con el que sorprender y ganar para la causa a los espectadores más reacios.

En cualquier caso, parece que el quid de la cuestión estaba en que la fanfarria actual ya nos vale, pero le falta letra, algo que no entiendo pues en mi tierna infancia se cantaban unas hermosas coplas (y que además no tienen derechos de autor, para desesperación de los bandoleros de la SGAE) que deberían recuperarse. Así pues, esta es mi propuesta; lamentablemente sólo recuerdo la primera estrofa. De nada.

Franco, Franco
que tiene el culo blanco
y su mujer
lo lava con Ariel...

11 junio 2007

Leyendo El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco de Charles Bukowski y Ronda del Guinardó de Juan Marsé

El capitán...: Bukowski me parece un escritor interesante (al igual que a Faemino y Cansado al que siempre dedicaban sus espectáculos), pero tampoco es mi autor de cabecera. He leído algo de su poesía y sus relatos breves y hay de todo: algunos (pocos) muy buenos y otros correctos y malos; no obstante, entiendo la importancia de su obra sobre todo en sus aspectos formales y en su integridad a la hora de abordar el yo.

El libro en cuestión es un diario de sus últimos meses antes de morir. Contemplamos a un Bukowski viejo, famoso, que pasa la mayoría de los días apostando en el hipódromo, que se baña en su jacuzzi y que pese a que él mismo se siente extraño, tras vivir años entre escombros, por nada renunciaría a eso. Cortito y entretenido (por cierto, el título es magnífico).

---

Ronda del Guinardó: Juan Marsé es sin duda uno de los mejores autores contemporáneos y uno de los que cuidan más su prosa. Esta pequeña gran novela tiene muchas de sus claves habituales: niño protagonista, ambientada en la posguerra, etc.

La trama es el paseo (o ronda) que el protagonista, un policia, hace por el barrio barcelonés del Guinardó con una niña hasta el depósito de cadáveres para que certifique si el cuerpo que han encontrado es el del hombre que la violó unos años atrás. La niña se resiste a ir al tanatorio y el policía decide acompañarla en su quehacer diario, lo que aprovecha el autor para hacernos un fresco de la vida española de los años cuarenta. Excelente.