Valiente filme el del director norteamericano que denuncia sin tapujos las enormes redes de corrupción que alrededor de la industría petrolera gobiernan el mundo (contaba José Sacristán a Federico Luppi en medio de la Patagonia en Un lugar en el mundo , que el culo del ídem lo deciden las multinacionales, ¡sasto!). Gaghan no deja títere con cabeza y extiende su crítica a todos los procesos que corren paralelos al trayecto del oro negro, desde Arabia Saudí hasta Estados Unidos, pasando por el terrorismo islamista y la sempiterna amenaza económica china. Matt Damon le dice al hijo del jeque en el filme que hace cien años su pueblo vivía en haimas en medio del desierto matándose unos a otros y que es exactamente como estarán dentro de otros tantos tras haber dilapilado toda la fortuna que ha generado el petroleo, that it's posible.
Gaghan opta por un tono gélido, predomina el blanco a lo largo del filme, pero este tono se le vuelve en contra, la película se antoja distante, no hay ninguna implicación emocional por parte del espectador (quizá nos hayamos acostumbrado ya a todo esto), y la redención y el martirio de Clooney al final del filme (todo el mundo ha de pagar por sus pecados) nos recuerda que siempre hay un productor que vela por la moralina y los valores cristianos. Pese a todo, un trabajo correcto que muestra las corruptelas políticas, la guerra sucia de los gobiernos y la dependencia del mundo (Occidental claro) con el petroleo, como se dice a lo largo del metraje "mientras los coches no funcionen con agua y reíne el caos en Oriente Medio no tenemos de qué preocuparnos". Y el mundo marcha.
29 marzo 2006
Viendo Syriana (2005) de Stephen Gaghan
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26 marzo 2006
Viendo La pesadilla de Darwin (2004) de Hubert Sauper
Desgarrador trabajo el documental de Hubert Sauper. La pesadilla de Darwin nos muestra la cara más oculta y deleznable del capitalismo (del imperialismo cabría decir). La introducción de un pez, la perca del Nilo, en las aguas del lago Victoria, ha acabado con la fauna autóctona de la zona y ha generado a su alrededor (dado que es un exquisito manjar en Occidente) todo un entramado de corrupción y miseria humana: la prostitución, el tráfico de armas, el sida, la intransigencia de la Iglesia en el uso de anticonceptivos, la misería, el hambre (los nativos no sólo tienen prohibido cazar furtivamente el pescado que enriquece a los países europeos, sino que no pueden pagarlo y han de conformarse con las raspas y los deshechos para alimentarse), la corrupción polítca (europea y africana), etc., ofrecen un mosaíco cruel de la realidad social de Tanzania (y de tantos otros países africanos).
El documental recoge el tono feísta y explícito de los salvajes documentales italianos de los 60 y 70 como Mondo cane, pero lo que era morbo en aquellos aquí se transforma en un discurso integrado, sería amoral embellecer una realidad y un mundo que no lo es. La globalización nos trae escenas paralelas a aquel terrible documental que mostraba los niños mendigos que vivían en las estaciones de tren de Moscú, igual que aquellos escapaban de los abusos y el hambre esnifando cola, aquí los niños de Tanzania queman los deshechos de plástico que genera la industría de la perca para producir su propia droga. Para el recuerdo, la lucha, como auténticas fieras, de niños de apenas 6 o 7 años arrebatándose las sobras unos a otros y la de aquellos otros, tullidos y minusvalidos, cuyo futuro no existe.
En un momento del filme un nativo nos dice que él, al igual que mucha gente, está deseando que llegue la guerra, porque a las tropas sí que se las alimenta. Al fin, uno entiendo que haya gente que prefiera morir en el intento de cruzar el estrecho que permanecer muerto en vida en sus países de origen. Recuerdo que durante años hubo una pintada en la biblioteca de letras de mi facultad (para otro día podríamos hablar del desastre en que han caído las letras y humanidades en este país) que rezaba (y el hecho de que nadie la borrara también es sintomático) "O repartim la riquesa o repartim el patiment". El derecho a queja, por tanto, queda abolido.
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19 marzo 2006
Viendo A las cinco de la tarde (2003) de Samira Makhmalbaf
¿Puede una mujer llegar a ser la presidente de Afganistán? Esta pregunta, casi utópica, es el pilar sobre el que la joven directora iraní construye su película. Una muchacha afgana, tras la invasión americana y la caída del régimen talibán, sueña con convertirse en presidenta de su país. Pero se ha de enfrentar, obviamente, tanto a la sociedad como a su padre, un anciano fundamentalista que añora el antiguo régimen y que está decidido a abandonar Kabul, donde se están perdiendo los valores, para ir a Kandahar.
Bajo esta sencilla premisa vemos la devastación total a la que ha sido sometido el país, reducido a menos que ruinas, a escombros, un auténtico erial donde la gente subsiste en la más absoluta pobreza (las imágenes de la devastación nos recuerdan a Alemania año cero, la obra maestra de Rossellini rodada en Alemania tras el fin de la segunda guerra mundial). La muerte está presente a lo largo de todo el filme, de ahí el título, que hace referencia a los versos de Lorca en su elegía Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y que se repiten a lo largo de todo el metraje. La película está cargada de símbolos, las zapatillas negras que muda la protagonista en sus zapatos blancos de tacón cuando escapa de sus oraciones diarias y acude clandestinamente a la escuela; de escenas terribles, el atentado a la salida de la escuela femenina; y uno de los momentos cinematográficos más emotivos que recuerdo haber visto en los últimos años, cuando en el éxodo, tras abandonar la ciudad el padre (que también se siente incomprendido, pues sólo dialoga con su escuálido caballo) la hija y la nuera de éste con un bebe moribundo, quema la carreta, su única posesión, con la voluntad de calentar al bebé y salvarle la vida.
Un filme correcto, cuya utópica pregunta no hace falta trasladarla a países remotos, aquí mismo cuesta también imaginarla. Las lamentables declaraciones de Zaplana (¿existe hoy día un ser más despreciable en la política española?) a María Teresa Fernández de la Vega (probablemente la persona más eficaz del ejecutivo de Zapatero), demuestra que el machismo, los tópicos y la discriminación están también aquí, donde nos creemos los garantes de las libertad y miramos con condescendencia.
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14 marzo 2006
Viendo Capote (2005) de Bennet Miller
Capote es un film correcto, sin más (hala, ya está la crítica hecha). La película se centra en los años en que el autor escribió A sangre fría, no sería por tanto un biopic (horrible palabra) o biografía al uso, pues se centra en un momento concreto de su vida y nos da una visión fragmentada, aunque con lo que se muestra sí podemos hacernos una idea de la complejidad real del personaje.
Philip Seymour Hoffman está espléndido, ahora bien tampoco es una interpretación tan absolutamente arrebatadora como para que le dieran el Oscar sin discusión posible; sin desmerecerlo, no me parece que esté por encima de otras interpretaciones de este año. Los actores secundarios también brillan con luz propia y salvan a la película de un tono gélido, que aunque buscado, no acabó de convencerme del todo. Para septiembre quedan algunas aportaciones narrativas poco trabajadas que en nada ayudan a la trama, por ejemplo, el personaje del amante de Capote, si bien puede ser biográficamente riguroso, nada aporta al filme, parece metido con calzador en honor a la veracidad histórica, pero sin quedar integrada su presencia en el guión, no es más que un paréntesis.
¡Ah! conocida es mi aversión al doblaje, no obstante este filme sí lo vi doblado (economía de supervivencia), en una palabra, absolutamente espantoso (bueno me han salido dos) el doblaje de Seymour Hoffman, estoy seguro que el doblador quiso copiar el tenue tono de voz original, pero no es creíble en ningún momento (nene, mirate las labiales, ¡por lo menos que coincidan!). Recuerdo haber visto en V.O. a Capote en Un cadaver a los postres (película a recuperar, inenarrable, entre otros, el mayordomo llamado Benson Señora, los que la hayan visto esbozarán automáticamente una sonrisa), pero no que tuviera una voz tan aflautada, quizá ahí interpretaba. Lo dicho, si hay que elegir me quedo con esta última o con la recreación que de la novela hizo en los 60 Richard Brooks.
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10 marzo 2006
Escuchando Javier Álvarez en Luz de Gas
Tras el éxito arrollador de su primer disco, too young to fast que escribiría cualquier gacetillero, Javier Álvarez atravesó una crisis personal; de la noche a la mañana pasó de ser un desconocido a ser radiado a todas horas en las infectas radiofórmulas que él mismo detesta y que hoy le ignoran. Desde entonces hasta hoy, ha ido configurando una carrera personal, un auténtico outsider del pop. Esa voluntad de ir a su aire hizo que tras un primer álbum de carácter generacional, con letras perfectamente identificables en alguien de 20 años, no cayera en la tentación y no se dejara manipular y acabara convirtiéndose en una caricatura de sí mismo con cadenas y pantalones militares como Alejando "Miami" Sanz.
El concierto del pasado fin de semana fue espectacular. Álvarez pasó de lo naif en algunas canciones a brutales riffs de guitarra. El set se compuso mayoritariamente de canciones de sus últimos discos. Tocó todos los palos del pop e hizo versiones tanto de sus propios temas, reinterpretando sus primeras canciones, como de otros: espectaculares las que hizo de Billy Jean de Michael Jackson, Daddy Cool de Boney M o Por qué te vas de Jeannete que acabó convertida en un tema punk. La sala acabó entregada y ya sin la banda, que había recogido filas, tuvo que salir a hacer un último bis
A mi juicio, Javier Álvarez hoy día es el cantautor más interesante de su generación (con la excepción de Albert Pla, corran si todavía lo encuentran a ver su demoledor espectáculo Cançons d'amor i droga). Tiene canciones mejores que otras, pero hay algo que le coloca por encima de los demás, tiene un espíritu inquieto y un sello personal propio, está despreocupado totalmente del mainstream y allí donde muchos no se aventuran no tiene tabúes a la hora de hacer versiones o pasar de lo ñoño a lo comprometido sin perder un ápice de calidad (hablo siempre de cantautores que navegan por la senda pop, no de aquellos que ya escogieron como opción personal caminos mucho más turtosos y marginales, de éstos, reiteró, Pla, sigue estando por encima de los demás). Me preguntaban el otro día como podía ser fan acérrimo de los Pixies e ir a ver a Javier Álvarez. Seguimos caminando.
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07 marzo 2006
Representado La dona d'abans de Roland Schimmelpfennig (Sala Becket)
Correcto montaje el presentado en la Sala Beckett (primera de la muestra de tres obras que le dedica la sala) del germano de apellido impronunciable (como buen bávaro) Roland Schimmelpfennig, autor desconocido hasta hoy para mí, pero que parece es uno de los talentos más prometedores de las tablas europeas.
La dona d'abans se narra con una puesta en escena sobria, el decorado está compuesto integramente por tres puertas y repleto de cajas de cartón que van alterando su posición y construyendo diversos ambientes y espacios. La trama es muy sencilla y atractiva, una mujer aparece tras veinte años en casa de su antiguo compañero para reclamarle el juramento de amor eterno que le hizo. El hombre, que ni siquiera la reconoce, y su familia habrán de enfrentarse a esta extraña visita. El acierto principal del montaje, y la base sobre la que se construye, es la alteración constante del tiempo narrativo, las escenas se nos presentan fragmentadas y se van reconstruyendo o cargando de sentido a traves de los numerosos flash-backs y flash-forwards que configuran la acción. Los actores están correctos y resultan creibles en su tránsito de la comedia al drama.
Sin embargo, sería falso decir que la obra inspira a la reflexión en el espectador sobre conceptos tales como el paso del tiempo o la fugacidad del amor, pese a que los temas sí están en el montaje, estos no golpean al espectador, que adopta simplemente el papel de receptor de lo que allí se propone. Es, pues, un montaje sencillo que entretiene sin mayores pretensiones.
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06 marzo 2006
Viendo Secretos de un matrimonio (1973) y Saraband (2003) de Ingmar Bergman
Concebida originalmente como una serie de televisión, de la que después hizo un montaje que fue el que se estrenó comercialmente, Secretos de un matrimonio es un desgarrador retrato de las relaciones de pareja y de sus infedilidades, mentiras, miedos, ausencias, necesidades, etc. El genio de Bergman aparece tras un escenario minimalista donde los dos protagonistas (sólo aparece otra pareja al inicio del filme) llevan el peso y la responsabilidad de la acción. En un decorado desnudo y sin más artificio que sus propios cuerpos: Liv Ullman y Erland Josephson, dos grandísimos actores habituales de la filmografía de Bergman (ella incluso fue su pareja durante años), se baten en un desgarrador duelo actoral de miradas, diálogos, silencios... Lo absolutamente asombroso del filme de Bergman (y aterrador si uno lo piensa), es que nos encontramos con situaciones propias que frase por frase son las mismas que las que se representan en el filme.
Treinta años más tarde Bergman, a modo de despedida, volvió a juntar a ambos actores para Saraband. Si bien la primera es una obra maestra, que demuestra que con talento las barreras entre cine y televisión (es decir, el canal donde se trasmite la historia) pueden difuminarse, la segunda es un correcto filme. Realmente la obra no es una continuación del filme anterior, los personajes se reencuentran tras treinta años sin verse, pero el foco se centra más en la relación entre el hijo y la nieta del protagonista, que no es sino una excusa argumental que usa Bergman para hablar sobre la muerte, tan presente en su obra (no hay más que pensar en la célebre partida de ajedrez de El séptimo sello) y el paso del tiempo.
En resumen, Saraband es el testamento fílmico de Bergman (hasta que haga la siguiente, porque ya lleva unos cuantos) que retoma la pareja protagonista de Secretos de un matrimonio, que esta sí es una obra maestra que debería ser obligatoria por lo menos antes de pasar por la vicaría.
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