De regreso de las islas atravesamos la región lunar del Burren y Connemara, es increíble como en escasos kilómetros, y sin apenas transición, el paisaje cambia totalmente y se convierte en el verde sempiterno cubierto de lagos y brumas del condado de Mayo. Ahí visitamos Cong, el diminuto pueblo donde John Ford rodó su obra maestra El hombre tranquilo. Al día siguiente visitamos la hermosa isla de Achill, a la que se accede por un puente, donde el césped llega hasta la mismísima orilla y la gris arena crea unos extraños nudos que harían las delicias de Iker Jiménez.
De allí saltamos a la ciudad de Sligo, esta sí que es gris y fea, patria chica de Yeats, donde navegamos por la famosa isla del lago, Innisfree, que no es más que un diminuto peñasco (eso sí, geométricamente redondo) al que no se puede acceder, pero que se rodea en barco mientras uno se toma en la popa una Guinnes bien fresquita. También acudimos a Enniscrone donde nos sumergimos en unas bañeras de porcelana del siglo XIX para tomar unos a primera vista asquerosos, luego reconfortantes y seductores, baños con algas (que recomiendo a todos los incrédulos), que alternábamos con baños de vapor en unas saunas-ataud que dejaban la cabeza fuera.
La última parada fue Dublín. Si durante todo el viaje apenas si nos tropezábamos con turistas, aquí fue totalmente distinto, la marabunta de españoles (el castellano es el idioma oficial de la capital) como de catalanes te hacía pensar que habías vuelto antes de tiempo. Dublín es una ciudad pequeña, que puede recorrerse a pie, demasiado volcada al turismo. Recomiendo la ruta de las bibliotecas, auténticos templos que permanecen tal cual eran siglos atrás y como no, visitar la fábrica y tomar cuantas más Guinnes mejor (el globo que cogió la Subcomandante fue antológico).
En resumen, país hermoso con gente encantadora (siempre sonríen y te saludan cuando te cruzas con algún nativo; alguien pensó que no paraba de ligar en todo el viaje, hasta que se dio cuenta de que a mí también me saludaban, jeje), con un nivel de vida envidiable (quizá ayude a entenderlo saber que su salario mínimo son 1400 euros, cuando aquí que nos creemos los amos del mundo y es de 540), un gusto y un cuidado estético por su paisaje (calles limpias, engalanadas con flores, arquitectura colorida, calida, sin grandes monstruos de tocho y cemento) y, por cierto, nada de ir de hotel, son mucho mejores y baratos los bed and breakfast; otra cosa es el yantar, en la tierra de los duendes podrán comer todo tipo de patatas, cuatro coles y pollo, pero poco más, incluso el pescado, servido rebozado, parece sacado del Mercadona más próximo, ahí sí les doy la razón de que como en casa no se come en ningún sitio.
Ah, y por las dudas, llueve sí llueve, pero señores esto es Irlanda, además si uno se fija en los nativos se da cuenta de que no llevan paraguas ni falta que les hace, asombrosamente por algún tipo de técnica milenaria consiguen no mojarse (hasta la lluvia es hermosa: fina, imprevista, puede hacer un sol de justicia y descargar durante treinta minutos para luego desaparecer de golpe). En fin, queridos, un lugar para volver y disfrutar del cual les hablaría durante horas y que les recomiendo encarecidamente.
04 septiembre 2007
Mis vacaciones o cómo visitar Irlanda en unas pocas líneas (2ª parte)
Publicado por Zelig a las 14:11
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12 comentarios:
1400 de sueldo mínimo? espere que me recomponga...
osea, que básicamente se dedicaron a ligar por todo el país y a beber guiness... manda ous
el sr zelig siempre ha sido así...de la subcomandante no me lo esperaba, la verdad.
Si quiere buenos rebozados vaya a Extremadura....Yo firmaba beber guiness a tutiplen en la cubierta de un barco en un lago brumoso, durante todo el día!! Amigo Zelig, está descubriendo mundo, sí señor, a ver cuando nos analiza la mítica ciudad de Egara jejeje
Como usted sabe yo a la mítica ciudad de Egara sólo voy a cenar al Tramuntana y antaño de gratis al cine (ahora ya ni eso).
jejeje siempre el tema pecuniario presente...puede ir de visita tb gratis, a lugares como Cal Pulga o la Peña Madrilista de La Maurina...
Sólo el nombre ya es una invitación a no ir.
aún no conozco la verde irlanda.
me alegro de tu vuelta y de que lo hayas pasado tan bien.
un abrazo.
En Can Pulga, hace alguna que otra década, más de uno se había casi tragado una cucaracha con la cerveza... Ahora no sé qué tal. Creo que ahora se llama Puerto de la Ragua... ¡Ay, las Alpujarras! ¡Qué buenos recuerdos! ¡Esas migas alpujarreñas, ese jamón de Trevélez, esas brisas directas de Sierra Nevada, ese vino peleón que hace entrar en calor, esas casitas blancas que reflejan la huella árabe, esos pueblos con nombres gallegos (Pampaneira...), ese delicioso bocadillo de lomo en un bareto perdido en un pueblo por el que pasa una carreterucha con impresionantes vistas a la montaña y Neil Young de fondo...!
Voy a llorar!!!
Qué recuerdos!!!
Bronski, Bronski!
¿Las Alpujarras existen? Yo pensaba que sólo servían para hacer chistes.
Bronski y Young a lo suyo...El Bar Puerto de la Ragua estuvo recientemente regentado por mi tío, con lo que seguramente las cucarachas no sólo irían con las cervezas sinó que conociendolo las habría puesto de tapas...Alpujarras...no lo relacionais con Cela??
No, con Cela relaciono La Alcarria.
Las Alpujarras son dos: la granadina y la almeriense, separadas por el Puerto de la Ragua. A la granadina fue Gerald Brenan. No sé si Washington Irving traspasó la frontera de la ciudad de Granada y se atrevió con la montaña (creo que se quedó con el deleite de la Alhambra). En todo caso, mi abuelo eran de la Alpujarra almeriense, de un bonito pueblo llamado Ohanes con calles llamadas 'Alegría', 'Felicidad' y una magnífica uva. Esto prueba que sí existe, ya que yo soy fruto indirecto de la zona. Ala! Yo de ustedes iría...
La historia de Neil Young es la siguiente. Andábamos en verano del año 2003 por las Alpujarras en coche el amigo Young y yo, cuando nos dieron las mil. Paramos en un pueblo y buscamos el primer bar que estuviera abierto para comer algo. Casi disculpándonos pedimos si nos podían hacer un bocata a pesar de la hora. Nos recibieron con los brazos abiertos. Nos pasaron a una peazo sala dónde estuvimos solos. Nos abrieron una persiana con vistas a la montaña, nos trajeron un bocadillo de la muerte de bueno y nos pusieron Neil Young de fondo. ¿Se puede pedir más? Ah! En este pueblo fuimos testigos de los límites a los que puede llegar un ser humano cuando el gas de la Cocacola se le atraviesa en la garganta.
Nunca pensé que en las Alpujarras sonara Neil Young, claro que tampoco estuve nunca en las Alpujarras.
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