De sorprendente, sobrecogedora y de obra maestra calificaría la ópera prima de Hana Makhmalbaf, que con veinte añitos ha demostrado que la estirpe de los Makmalbaf (de la que ya comentamos aquí un filme de su hermana), asesorada por su padre y guionizada por su madre, sigue en plena forma.
La trama es bien sencilla: una niña afgana, que vive junto a su madre en las cuevas que todavía hoy existen bajo el espacio que ocuparon los dos grandes budas que volaron los talibán, sueña con ir a la escuela igual que su vecino. Éste le cuenta una divertida historia que aprendió y le dice que para ir necesita un cuaderno y un lápiz. El vía crucis de la niña para conseguir, mediante el trueque de bienes, el material en el mercado de su pueblo es uno de los momentos más emotivos que he visto en la historia del cine (y llevo unos cuantos filmes a mis espaldas). Conseguido o no (no se lo desvelo) la niña topará con la intransigencia de los niños, que repiten la conducta de los adultos, jugando a la guerra e intentando lapidarla por querer ir a la escuela.
Rodada con el estilo neorrealista propio de la escuela iraní, pero siempre con la brecha poética y surrealista de los Makhmalbaf, el guión, los movimientos de cámara, la elección de cada encuadre y la dirección de los actores es soberbia (pese a que hay momentos, sobre todo con el grupo de niños varones, que se nota que están actuando, pero la fuerza de la trama y de la niña eclipsan cualquier amago de crítica).
Aquí y ahora les confieso, que nunca antes sentí un malestar físico en una sala de cine como experimenté viendo la primera parte del filme (cuando la niña intenta conseguir el material escolar). Las imágenes me sobrecogían y me dañaban de tal manera que estuve a punto de abandonar la sala en más de una ocasión, llegó un punto en que no podía abstraerme, me obligaba a pensar que aquello era ficción pero aun así no tenía consuelo. El problema es que uno sabe que eso está pasando realmente, que esa niña (la propia actriz, incluso) no tendrá oportunidades en ese mundo, que el pueblo afgano vive enloquecido en una terrorífica Edad Media, de la que no les salvarán los talibán pero mucho menos las fuerzas de ocupación.
No sé qué demonios hacen las tropas de la ONU allí, pero hagan lo que hagan, lo hacen mal, porque si son incapaces de facilitar el acceso a la educación a las futuras generaciones afganas nada les salvará, nada les hará cambiar el mundo de horror en el que viven. Como seres humanos, el sufrimiento de todos ellos nos disminuye (igual que en el poema de Donne, las campanas doblan por ellos, pero también por nosotros). Todo nuestro estado del bienestar es una afrenta a ese pueblo, y a tantos otros, que nada tienen mientras nosotros nadamos en la abundancia, ignorando cuán afortunados somos. Recuerdo una pintada de mis años universitarios que rezaba lo siguiente: "O repartimos la riqueza o repartimos el sufrimiento".
Quiero en estas últimas líneas destacar el papel de la niña, Nikbakht Noruz, para ella el papel no fue más que un juego, un paréntesis en su día a día, pero su interpretación es una de las más prodigiosas en la historia del cine. Cualquier estudio, cualquier antología que hable de actores infantiles estará incompleto si no se la menciona. Para mí ya es imposible olvidarla y su recuerdo es una espina que debería acompañarnos a todos.
02 noviembre 2008
Viendo Buda explotó por vergüenza (2007) de Hana Makhmalbaf y reflexiones sobre la vergüenza de Afganistán
Publicado por Zelig a las 23:28
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18 comentarios:
joder, y yo que ni me planteé ir a verla, por una serie de ideas preconcebidas bastante tontorronas (ópera prima de jovenzuela, peli con niño, etc), ahora me dejas con unas ganas de catarla y un miedo a que me deje igual de impactada, que pa qué...
Un aplauso sr Zelig.
Le recomiendo Osama, de Siddiq Barmak, de temática similar, e impactante a más no poder para nuestras estrechas mentes europeas. No sé como la pude ver con no recuerdo quién (ud?) en un ciclo de cine independiente en Diagonal Mar...
Querida anónima ¿Barb?, véala, le dolerá pero es necesario pasar por ello.
Pues la película la conozco don Lev, pero no recuerdo haberla visto ni mucho menos compartir asiento con usted...
es una película maravillosa, sin concesiones, incómoda. y sin embargo tiene la niña una ternura a flor de piel, que hasta la vida surge en el sitio más árido, compartiendo escenario con el odio y la violencia entre los pueblos.
las malas lenguas dicen que se la hizo su padre...
un abrazo.
No dudo de que la mano del padre sea bastante alargada...
Fue conmigo sr. Lev. El mismo día que conocí a Pedrito Ruiz ¿se acuerda?
Creo que Oskitar también estuvo y la recién estrenada pareja Pomper-Maika... Sori también pudo asistir...
qué memoria la mía...pero siendo una peli como aquella sólo podía ir con alguien con muy buen gusto.
¿Lo dice por mí? Gracias, le debo una cena...
Las amistades del señor Lev son legendarias ¡Pedrito Ruiz! nada menos, eso si que merece una entrada en su blog.
Zelig, no se entera de un carajo.
Por cierto, sale ud en El Periódico del jueves 6 de noviembre, en la pág. 47 sección Cosas de la vida, aunque pone que se llama ud Isabel Graña y es responsable de Espai Betúlia, pero yo juraría que es usted. En serio.
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=559459&idseccio_PK=1026&h=
JOJOJO. ¿No conocía usted mi talento para la bilocación? No me quedan mal las gafas, ¿verdad?
Cada vez me sorprende ud más!!!
Voy a hacer cómo si este post nunca hubiera existido. Primero el sr. Lev no recuerda haber ido conmigo al cine. Pase. Pero que luego el Sr. Zelig me ningunee atribuyendo tal bonita amistad al sr. Lev cuando es mía!!! Por ahí no paso.
Esto es vergüenza !!!
Querida Bronski si usted lleva a gala su amistad con mister Ruiz... en fin, de todo hay en la viña del señor.
jajajaja pero qué surreal es todo esto...
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