20 enero 2009

Decálogo del buen turista. De cómo conquisté Nueva York en diez movimientos (2 de 2)

Bueno señores/as, aquí tienen la prometida segunda parte de este apasionante relato:

6. Vámonos de tiendas. Todo está baratísimo. Acostumbrado a vivir en el país de Ali Babá y los cuarenta ladrones, todo nos parecía regalado. A la crisis del consumo y la devaluación del dolar se unío el período de rebajas que hizo que éstas (desengáñense nada que ver con las de aquí) fueran un escándalo. Todo, y cuando digo todo es todo, está perfectamente calculado y diseñado para dejarse llevar por la fiebre consumista. No citaré a nadie (trío lalala), pero hay quién se vino con más de cinco o seis pares de zapatos, quién tuvo que comprar una maleta nueva y quién abandonó la mitad de la ropa con la que inició el viaje, pues era tal la cantidad que había comprado que la antigua no pensaba ponérsela nunca más.

7. Bajando por el Dowtown llegamos al World Trade Center, pero ¡oh, sorpresa! las Torres Gemelas ya no estaban, no sé qué de un atentado. Anyway, allí hay ahora un solar con movimientos de tierras, pero en el que, dada la actual crisis económica, dificilmente levantarán nada (dicho por los nativos). En cualquier caso, si hoy es famosa aquella zona es por albergar los grandes almacenes Century 21, auténtico maná para la gente del punto anterior, que dejan las rebajas del Macy's en anécdota. No olviden tampoco pasear por la 5ª Avenida para chafardear, allí pese a las rebajas todo sigue estando caro.

8. Como no, nos acercamos también a Broadway para degustar Chicago (espectacular el trabajo de los actores) y al Radio City Music Hall para ver su famoso espectáculo navideño, una auténtica americanada, en el mejor sentido de la palabra, con incontables bailarinas de largas piernas bailando claqué, Santa Claus voladores, proyecciones en 3D, canciones, etc. Por cierto, mientras hacíamos cola para comprar entradas nos cruzamos con Batman (literal) que estaba dirigiendo el tráfico. Otra fauna curiosa con la que nos tropezamos fue con el famoso cantante country en gayumbos de Times Square y con un señor que paseaba su gato en la cabeza.

9. Frío mucho frío. Contemplar Central Park nevado es toda una delicia (por cierto, los patos seguían estando ahí, así que o bien El guardían en el centeno estaba equivocado y no van a ningún sitio en invierno o el cambio climático ya lo tenemos aquí), pero el frío es a veces insoportable. Recomendable el doble o triple calcetín, plumón, bufanda y gorro con orejeras. La noche más fría, sin duda, fue la de fin de año donde contemplamos la famosa cuenta atrás desde una cierta distancia. Comentario aparte es el estado de sitio que vivía la ciudad de Manhattan esa noche (arribar al apartamento del trío lalala fue todo un suplicio).

10. Y para finalizar, les enumero algunos imprescindibles a los que les pusimos una muesca en nuestro viaje y que son de obligado cumplimiento para todo aquel que aterrice en la Gran Manzana: cruzar el puente de Brooklyn, subir al Empire State de noche, cegarse con las luces de Times Square, pasear por Central Park, contemplar la belleza del edificio Chrysler y del Radio City Music Hall, ir de tiendas por el Soho, pasear por Greenwich Village...

Eso es todo amigos, esperando poder contarles en el futuro una nueva venida a la ciudad de los rascacielos se despide servidor de ustedes, maese Zelig.

15 enero 2009

Decálogo del buen turista. De cómo conquisté Nueva York en diez movimientos (1 de 2)

Bueno queridos mortales, por fin puedo hacerles un pequeño report de mis andanzas navideñas, parafraseando a Vila-Matas que parafraseaba a Hemingway, puedo decir que "Nueva York no se acaba nunca". Y es que, como muchos de ustedes ya saben, dediqué las apasionantes fiestas invernales a dejarme ver por Manhattan. Vaya pues este pequeño decálogo de reflexiones en su recuerdo:

1. New York es Manhattan, no se engañen la isla tiene encantos suficientes para no salir de allí, visitamos en menor medida Harlem (donde asistimos a una misa y media de gospel) y Brooklyn: el primero más colorido, el segundo más gris, si bien en el segundo uno puede buscar la mística de tantas películas, hoy en día es casi un barrio residencial. La decadencia de Conney Island o Queens quedan para futuros viajes.
De los nativos decir que son simpáticos, que los policias te contestan y te miran a la cara cuando les preguntas algo, conscientes de su trabajo como servicio público (a diferencia de un sitio que yo me sé), el metro funciona razonablemente bien y los taxis tienen unas tarifas asequibles y claras (a diferencia también de los asaltadores de carreteras de aquí).

2. En New York todo es grande, uno puede pasar cuatro o cinco veces por la misma calle y descubrir tiendas y edificios que juraría que no estaban ahí la última vez que pasó. Es imposible verlo todo en tan poco tiempo (diez días para ser exactos) y el primero de ellos uno ya es consciente que ha de hacer un donoso escrutinio y dejar cosas para futuros viajes a la ciudad. ¿Idiomas? No pierdan el tiempo, olvídense del inglés, es una lengua muerta, allí todo el mundo habla español.

3. Hablemos de museos, teniendo en cuenta el punto anterior, sacrificamos el Metropolitan (al que hay que dedicarle más de un día y queda como aliciente de futuros viajes) y nos concentramos en el MOMA y el Museo de Historia Natural. La verdad es que el primero me decepcionó, esperaba más de él, no es un museo vanguardista, sino que es tan moderno como pueda serlo el Reina Sofía (y en este caso es mucho mejor el Reina Sofía). El de Historia Natural sí es impresionante, tampoco puede verse en un día: la famosa sala de los dinosaurios, los meteoritos, animales de toda índole y un espectacular planetario son alicientes más que suficientes para perder toda una tarde.

4. Siguiendo con el arte, nos acercamos al barrio de Chelsea, donde aparte de hacer una parada obligatoria en el Chelsea Hotel, del que no se puede pasar de su minúsculo lobby (canción de Leonard Cohen, asesinato de Nancy, Syd Vicious... y una próximo documental de Abel Ferrara que promete), visitamos todas las galerías que encontramos (habían bastantes cerradas por vacaciones) y confirmamos que el hiperrealismo de gran formato y casi fotográfico es lo más in del momento.

5. Comer en New York es relativamente barato, incluso en restaurantes con un cierto encanto (no hablo de los de lujo a los que, obviamente, no quise entrar por no llevar traje de etiqueta en la maleta); el vino, en cambio, es prohibitivo; el agua con cubitos buena y gratuita (como decía el amigo Valdi) y las cantidades de los platos estratosféricas.
Una buena recomendación es ir al mercado de Chelsea y, tal como hizo la señorita Mofletes, elegir los ingredientes y que te enrollen el shushi in situ. A parte de eso, a New York tampoco se va a comer, así que restaurantes baratos (más bien de rancho) para turistas hay a montones, como los típicos carritos de frankfurt (buenos, pero mejores los del Ikea), MdDonalds y, sobre todo, un Starbucks en cada esquina. Lo del Starbucks es una delicia porque te permite degustar buen café a cualquier hora del día. Si alguien le encuentra romanticismo al café diarreico americano (que no es mi caso) también lo pasará en grande, pero como ya he dicho muchas veces, más allá del Ebro y de los Pirineos es muy difícil tomar un buen café.

Y de momento eso es todo amigos, no se pierdan nuestra próxima entrega donde les hablaremos del clima, las compras, las rebajas, Broadway y de los imprescindibles para el buen viajero